Por: Silverio Jose Herrera Caraballo, abogado, Oficial (R) Ejercito Nacional, Comunicador, asesor - consultor - investigador y analista en seguridad, convivencia ciudadana y orden público
La reciente revelación de la revista Semana y otros medios sobre la polémica en torno al uso de Pegasus, el software de vigilancia de origen israelí, ha puesto al gobierno de Gustavo Petro en una posición comprometida por no decir que la “volvió a embarrar”. Más que fortalecer el discurso de “cambio” y transparencia que defendía, esta administración parece jugar con fuego en un entorno político ya en llamas. El hecho de que el propio presidente haya sido advertido por el Gobierno de Estados Unidos sobre el uso de este software de espionaje en Colombia, y que aun así haya decidido aventurarse en su uso, arroja muchas preguntas. (cuando no es fuego amigo, son cantimpetreadas)
Pegasus: una herramienta peligrosa en manos dudosas. El software Pegasus es conocido mundialmente por su capacidad de espiar comunicaciones privadas, (Petrasus, es otro. Mas criollo pero muy dañino) y su uso en Colombia está, en teoría, justificado bajo el marco de la lucha antinarcóticos y con el visto bueno de Washington. Sin embargo, el manejo y el uso de este tipo de herramientas depende, en gran medida, de la confianza en el gobierno que lo emplea. Y aquí radica el problema. Petro quiso utilizar esta plataforma como caballo de batalla, pero se convirtió en su propio caballo de troya
En lugar de usar Pegasus exclusivamente para desmantelar redes criminales y reducir el tráfico de drogas, la administración de Petro, la del cambio, como cosa rara, parece haber sido tentada por las posibilidades de controlar y vigilar también a sectores de la oposición y a medios de comunicación que se muestran críticos. Los recientes audios de Gustavo Bolívar (los mismos donde él mismo reconoce saber de la campaña de desprestigio dirigida a canales de televisión y revistas que critican al gobierno) no hacen más que avivar las sospechas. ¿Hasta qué punto está dispuesto el gobierno del “cambio” a recurrir a medidas cuestionables para mantener el control de su desgastada narrativa?
Un aliado inconveniente y sus palabras “sin filtro” Gustavo Bolívar, uno de los personajes más cercanos a Petro, ha sido tradicionalmente una figura polémica y sin pelos en la lengua (aparte de sus escandalos por obligaciones sin cancelar, aun el país no olvida el caso del hijo del actor Bruno Diaz) pero sus recientes declaraciones parecen un golpe bajo al gobierno que él mismo defiende. Decir que “sabían” sobre una campaña de desprestigio contra medios como RCN, Caracol y Semana revela una falta de ética y una peligrosidad que no se puede tomar a la ligera. Aquí cabe la aclaración que es el mismo Bolívar quien lo dice, para que no vayan a decir que es invento de la oposición. Estos medios, independientemente de su posición política, cumplen una labor fundamental de contrapeso y control del poder en cualquier democracia. El intento de intimidarlos o desprestigiarlos sugiere un interés por acallar la crítica y manipular la percepción pública.
¿Cambio de rumbo del cambio o retorno a las viejas prácticas? La mismas que tanto criticaron y prometieron en campaña no utilizarían jamás. La bandera del “gobierno del cambio” prometía un compromiso con la transparencia, la justicia y el respeto por las instituciones. Pero las acciones hablan más fuerte que las palabras. Con cada revelación de abuso de poder, cada intento de socavar a los medios, y cada medida para controlar narrativas incómodas, el Gobierno Petro se aleja de esa promesa inicial. La política colombiana ha estado marcada por décadas de prácticas cuestionables y corrupción, y lo último que los colombianos esperaban era un regreso a estas tácticas.
Petro prometió cambiar la historia, lo que muchos esperaban con el primer gobierno de izquierda en Colombia, pero estas recientes “salidas en falso” sólo han consolidado el miedo de que la historia se repita o quizá que sea aún peor. ¿Estamos ante un gobierno que usa el poder para consolidarse en lugar de para servir? Los colombianos, y la prensa, deben seguir siendo críticos y no dejarse amedrentar. Porque si algo ha demostrado este episodio de Pegasus y las confesiones de Bolívar es que la transparencia sigue siendo el mayor desafío de quienes prometieron un cambio real.
Algo más, y que, para cerrar mi columna explicando el significado del título, siendo algo jocoso, a la casa de Nariño ya no la ven con la seriedad de otrora, por el contrario, con tanta cantimpetreada, las chimoltrufiadas de sus funcionarios, los escándalos de corrupción y cizañas que van y vienen, ya ahora la comparan con “la vecindad del chavo” que ofensa para ese icónico recinto - set del humor y la alegría. ¿Será por aquello de los “caquitos”?
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