Desafíos de la reconstrucción en el 26

Cuatro tareas tenemos los demócratas y defensores de la libertad hasta agosto del 26: mantener el control político y la crítica a este corrupto y pésimo gobierno; si pierde lo poco que le queda de sensatez y lo intentara, prepararnos para evitar que un autogolpe de Petro sea exitoso; asegurar que las elecciones del 2026 sean libres y escoger un candidato de unidad que las gane; y preparar equipos y programas para ejecutar de inmediato tras la victoria.

 

Porque el próximo gobierno va a enfrentar una policrisis, un término que se acuñó en el Foro Económico Mundial del 2023 y que define bastante bien lo que tendremos que abordar: múltiples y simultáneas crisis, algunas muy graves, a lo largo de todo el territorio nacional.

 

Y tendrá que acometerlas sin perder un día. Tanto porque resolverlas es fundamental como porque algunas no dan espera. El nuevo gobierno no tendrá tiempo para aprender ni prepararse ni los famosos cien días que suelen concedérsele. Debe llegar listo, con claridad en los objetivos y en los planes de acción, y con el personal identificado y preparado para ejecutarlos. 

 

En consecuencia, es indispensable que antes de asumir el poder se hayan hecho los acuerdos de representación política con los partidos y movimientos que harán parte de la coalición y se definan los nombres de los nuevos ministros y directores de departamentos administrativos, ojalá con experiencia previa en la administración pública, y se haya determinado con la bancada de gobierno la agenda legislativa y sus prioridades. Llegar a empezar negociaciones supondría un desgaste y una pérdida de un tiempo que no se tiene.

 

Trabajar y preparar las políticas, programas y planes de acción no admite demora. Y no es tarea sencilla. Por un lado, porque el próximo año será preelectoral y el primer semestre del 2026 serán el de elecciones, y los candidatos deben concentrarse en la campaña, en la búsqueda de recursos para la misma y en la construcción de las alianzas y acuerdos para ganar y para gobernar. Por el otro, porque la agenda de gobierno será sumamente compleja y amplia, con muy diversos y concurrentes frentes, y con pocos recursos para enfrentarlos.

 

En efecto, al próximo gobierno se le va a juntar todo: tendrá una grave crisis fiscal, una minero petrolera, otra eléctrica, una más en la salud pública, más el fracaso ya evidente de los procesos de paz, el desastre del narcotráfico y la debacle de la seguridad ciudadana.

 

Todo ello, además, con al menos tres factores adicionales en contra: primero, la capacidad de planeación y ejecución del gobierno central se ha erosionado de manera muy importante por el desmonte sistemático de ha hecho este gobierno de los equipos técnicos de los ministerios y departamentos administrativos y su reemplazo por personas incompetentes pero altamente ideologizadas. Además, muy probablemente el nuevo gobierno se enfrentará a frenos y saboteos internos. El enemigo estará también adentro. Segundo, tampoco contará con apoyos internacionales que antes tenía nuestro país, como Israel. O los tendrá muy deteriorados, como con Estados Unidos con quienes, con certeza, habrá fuertes tensiones a partir de la posesión de Trump. Para rematar, Petro y el indigno Murillo han atacado sin freno a los funcionarios de carrera diplomática y han reducido de manera sustantiva la capacidad de la Cancillería.  Finalmente, el nuevo gobierno tendrá que lidiar con una oposición belicosa y que no dará cuartel. La izquierda ha demostrado ser pésima para gobernar pero muy eficaz para hacer perturbar. Sindicatos, indígenas y estudiantes que desde 2024 no solo han guardado silencio ante las atrocidades de este gobierno sino que lo han apoyado, seguramente volverán a las calles a hacerle tanto daño como sea posible a quien ocupe la Casa de Nariño. 

 

No, no la tendrá fácil el próximo gobierno. Al revés, tendrá que enfrentar una policrisis como ningún gobierno en Colombia ha sufrido desde la segunda guerra mundial. Y tendrá que hacerlo en circunstancias económicas, políticas e institucionales muy adversas y sin tiempo para aprender o prepararse. El Presidente entrante, cualquiera que sea, debe tenerlo claro y organizarse con precisión y detalle. La reconstrucción del país lo exige. Nos jugamos el futuro. 

Abstract
El nuevo gobierno no tendrá tiempo para aprender ni prepararse ni los famosos cien días que suelen concedérsele.