Editorial: Diálogos de paz, mentiras y sangre. Un presidente acorralado
Lo más indignante es la postura sumisa de un gobierno que, en lugar de proteger a sus ciudadanos y respaldar a la fuerza pública, sigue otorgando credibilidad a quienes solo han demostrado ser expertos en traición y muerte.
atentadoELN
Saturday, September 21, 2024 - 14:40

Por: Dr.Silverio Herrera. EDITORIAL LA REACCIÓN PRENSA

Los atentados ocurridos el día 17 de septiembre en Arauca, que dejaron una estela de sangre y destrucción, son la muestra más clara de lo que significa dialogar con el ELN. Mientras el gobierno de Gustavo Petro insiste en vender la idea de una "paz total", mientras tanto los colombianos seguimos siendo testigos de cómo este grupo terrorista sigue actuando impunemente, con un presidente acorralado, burlándose de cualquier intento de negociación y llenando de luto a las familias en las zonas más vulnerables del país.

La verdad, por más que el gobierno quiera disfrazarla, es conocida desde hace tiempo: el ELN no quiere la paz. Sus acciones no son las de un grupo que busca diálogo, sino las de criminales que prefieren seguir sumando al caos. Arauca es solo el último escenario de esta trágica realidad, una realidad que el presidente y sus negociadores ignoran mientras siguen ofreciendo prebendas y concesiones que fortalecen a estos violentos.

El ELN, además, está perdiendo una oportunidad histórica de lograr una paz verdadera. Su constante cambio de posición, su falta de coherencia en las mesas de diálogo y, sobre todo, su insistencia en mantener el secuestro como su principal método de financiación, demuestran que no tienen la más mínima intención de abandonar la vía armada. Cada vez que las conversaciones parecen avanzar, ellos se encargan de retroceder con actos como los secuestros, que siguen siendo su sello de terror, o las voladuras de oleoductos que no solo afectan a la infraestructura del país, sino también a las comunidades locales y al medio ambiente.

¿Qué más necesita este gobierno para entender que el ELN no se sentará a dialogar con sinceridad? ¿Cuántas vidas más deben perderse? ¿Qué tipo de paz se puede construir con quienes siguen matando, extorsionando y sembrando el miedo? El discurso de la paz total se ha convertido en una cortina de humo, una fachada para un proyecto político que, en lugar de garantizar seguridad, está hundiendo al país en una espiral de violencia. Los "diálogos de paz" no son más que de mentiras y sangre que muestran a un presidente acorralado.

Lo más indignante es la postura sumisa de un gobierno que, en lugar de proteger a sus ciudadanos y respaldar a la fuerza pública, sigue otorgando credibilidad a quienes solo han demostrado ser expertos en traición y muerte. Estos atentados son una bofetada a la cara de cada colombiano que sigue creyendo en un futuro sin violencia. Arauca, como tantas otras regiones, se ha convertido en el símbolo de una mentira disfrazada de promesas vacías.

 

El presidente Petro debe decidir de qué lado está: o con los colombianos que anhelan vivir en paz o con los terroristas que insisten en destruir el país. Los diálogos con el ELN, lejos de ser una esperanza, se han transformado en una negociación de sangre, una verdad que ya todos conocemos.

INTENTOS FALLIDOS Y ESTRATEGIAS EQUIVOCADAS: EL GOBIERNO Y EL ELN

Desde el inicio del mandato de Gustavo Petro, la promesa de alcanzar la paz total con el ELN se ha convertido en una de las principales banderas del gobierno. Sin embargo, esa bandera cada vez ondea más débilmente. A lo largo de este proceso, el gobierno ha mostrado una constante ingenuidad al creer que el ELN estaría dispuesto a dejar las armas por medio de concesiones y diálogos que, a la fecha, han resultado inútiles. Los esfuerzos no solo han sido insuficientes, sino que han fortalecido la percepción de que la paz es una ilusión inalcanzable bajo estas condiciones.

Uno de los primeros desaciertos del gobierno ha sido plantear negociaciones sin exigir garantías claras de cese de actividades criminales. Mientras las conversaciones avanzaban en las mesas, el ELN seguía secuestrando civiles y realizando atentados contra la infraestructura del país. Al permitir que el grupo armado mantuviera su accionar violento sin represalias, el gobierno perdió autoridad en los diálogos y, lo más importante, dejó a las regiones más afectadas a merced del terror.

Además, la estrategia de paz del gobierno ha carecido de una evaluación seria de la realidad del ELN. A lo largo del tiempo, este grupo ha demostrado no ser monolítico; diferentes frentes operan de manera autónoma, complicando cualquier intento de centralizar un acuerdo. Sin una estructura sólida con la cual negociar, el gobierno ha optado por hacer concesiones a una organización incapaz de cumplir compromisos a nivel nacional. El resultado ha sido la prolongación del conflicto y la burla constante a cualquier intento de cese al fuego.

Otro de los grandes fracasos ha sido la falta de presión internacional en el proceso. Mientras el gobierno de Petro ha insistido en que el diálogo es la única vía, no ha buscado con suficiente firmeza el apoyo internacional para presionar al ELN y obligarlo a ceder en puntos clave. Países que en el pasado han mediado con éxito en conflictos de este tipo han sido ignorados o relegados, dejando al gobierno solo en su búsqueda de una solución que parece cada vez más esquiva.

La falta de una política clara hacia el narcotráfico también ha sido un factor decisivo en el fracaso de estos intentos de paz. El ELN, al igual que otros grupos armados en Colombia, depende en gran medida de este negocio ilícito para financiar sus operaciones. Mientras el gobierno no enfrente con fuerza esta fuente de ingresos, cualquier acuerdo será inefectivo. Las promesas vacías de paz no podrán competir con los millones generados por el narcotráfico, y esto el gobierno parece no haberlo comprendido.

Finalmente, Petro ha caído en la misma trampa que otros gobiernos: creer que el diálogo sin condiciones firmes puede ser suficiente. Mientras el ELN continúe sintiéndose cómodo con su posición, seguirán aprovechando la buena fe del gobierno sin ceder en sus demandas fundamentales. Los diálogos de paz han sido, hasta ahora, una estrategia fallida que no ha logrado poner fin al sufrimiento de miles de colombianos afectados por este grupo.

En conclusión, la estrategia del gobierno Petro hacia el ELN ha sido un desfile de malas decisiones. Mientras los diálogos de mentiras continúan, la violencia no cesa, y cada nuevo atentado es una muestra más de que la paz no se consigue con complacencias ni promesas vacías. Es hora de replantear el enfoque y exigir al ELN resultados concretos antes de seguir adelante con cualquier conversación.

 

Hace pocos minutos se ha registrado un nuevo ataque terrorista de las FARC que, con explosivos conmocionó a los habitantes del municipio de Gigante, en el departamento de Huila.

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