Por: Silverio Jose Herrera Caraballo, abogado, Oficial (R) Ejercito Nacional, Comunicador, asesor - consultor - investigador y analista en seguridad, convivencia ciudadana y orden público
Colombia, una nación cargada de historia, cicatrices y esperanzas, hoy se encuentra ante un abismo político y social. La reciente investigación contra el presidente Gustavo Petro por la financiación irregular de su campaña, vinculada al escándalo de Daily Copy, ha desatado una tormenta de declaraciones incendiarias que parecen ser la marca registrada de su estilo político. Petro, en lugar de enfrentar con transparencia las acusaciones, arremetió con una frase que resume su talante: “No se dan cuenta de que desatan al gigante dormido”. Una amenaza velada que, en una democracia fatigada por décadas de conflicto, resuena como un eco peligroso de los tiempos en los que el hoy mandatario pertenecía a las filas del M-19.
Un Presidente en nunca ha dejado de estar en campaña: Desde su posesión, el presidente ha gobernado más como un candidato perpetuo que como el jefe de Estado que prometió unir al país. Su enfoque constante en polarizar y en dividir parece más el de un político que lucha por amarrar sus votos que el de un presidente que busca soluciones para un pueblo que lo eligió y que hoy está muy cansado de su mala elección. Colombia no necesita más discursos incendiarios que enfrenten a los "pobres contra los ricos", ni más insinuaciones y/o amenazas de revueltas sociales. El país necesita liderazgos que reconozcan los problemas estructurales, ofrezcan soluciones viables y gobiernen con seriedad.
Sin embargo, la gestión del mandatario se ha caracterizado por un enfoque casi obsesivo en la confrontación. La reforma tributaria, los debates sobre la paz total y las reformas a la salud y la educación se han enmarcado en una narrativa beligerante que no admite crítica, sino que señala a los detractores como enemigos del progreso. El presidente no concerta ni concilia, no dialoga, impone. No lidera, amenaza.
El Fuego Social, una peligrosa amenaza que ha usado siempre como estrategia: La frase “Juegan con el fuego social” no es solo una advertencia; es una estrategia que él ha usado para consolidar su narrativa de lucha constante. En lugar de buscar consensos en aras de lograr la unión en un país agobiado por la violencia, parece encender deliberadamente el malestar social para justificar su falta de resultados concretos. Este modelo, basado en la tensión constante, no solo es agotador para la ciudadanía, sino que pone en peligro la estabilidad democrática.
Petro ha demostrado ser un maestro de las salidas en falso. Desde su falta de claridad en temas cruciales como la minería y el petróleo, hasta sus polémicas declaraciones sobre el narcotráfico y su relación con el empresariado, sus constantes peleas con expresidentes, presidentes de otras naciones, con la prensa y demás medios, su gobierno se asemeja a un barco que navega sin brújula, impulsado únicamente por los vientos de una borrasca que solo crea cada día más polémica.
Varios ejemplos reales de su estilo beligerante son muchos, marcaremos los más relevantes.
- El caso de corrupción de su hijo Nicolás: La forma en que intentó desvincularse desde el inicio por las acusaciones de corrupción contra su hijo fue tan torpe como reveladora. Petro optó por victimizarse, sugiriendo que las investigaciones eran una conspiración (como todo lo de él, ve conspiraciones y complot en todo lado) para debilitar su gobierno.
- El constante sabotaje mediático de sus colaboradores hacia quien con se alinee con su causa: En más de una ocasión, ha señalado a la prensa y a los medios como enemigos de su mandato, alimentando una narrativa de persecución que debilita la confianza pública en las instituciones. (pero para saber que han sido los medios quienes han dado a conocer los diferentes entramados de corrupción de su gobierno)
- El fracaso en la paz total: Su política de negociar simultáneamente con disidencias de las FARC, ELN y otros grupos armados ha generado más caos que soluciones. Los ataques a civiles y a la fuerza pública, los secuestros y el reclutamiento de menores continúan y el Estado parece más débil frente al crimen organizado, pese a ello él, no ha hecho más que darle prebendas y concesiones, ejemplo reciente, el nombramiento de los ex comandantes de las AUC como gestores de paz.
La proximidad de los comicios del 2026, solo avizora un país al límite, caso al borde del abismo: Si Petro sigue jugando al "niño maloso del barrio", dispuesto a incendiar todo si no se hace su voluntad, el panorama para las próximas elecciones es sombrío. Colombia podría enfrentar un escenario de polarización extrema, con un electorado dividido entre quienes ven en Petro al único salvador de las clases populares y quienes lo perciben como un destructor de las instituciones.
En este ambiente, el país corre el riesgo de una radicalización mayor, donde la violencia política podría escalar y las instituciones democráticas sufrir un desgaste aún más profundo. El Petro que amenaza con "desatar al gigante dormido" y habla de "jugar con el fuego social" no está construyendo un futuro para Colombia, sino hipotecando la estabilidad del país a corto y largo plazo.
Para concluir este rosario de situaciones tan desalentadoras, tenemos que decir que el presidente, al igual que el M-19 en sus años de guerrilla, parece gobernar desde una posición de antagonismo constante. En lugar de construir puentes, cava trincheras. Si no cambia su enfoque, Colombia podría llegar a 2026 con más pobreza, más desigualdad, y un tejido social aún más roto, todo lo contrario, a lo que ofreció en campaña y esto el pueblo ya lo sabe. El país necesita un líder, no un agitador. Y para ser líder, el presidente debe dejar de ser el "niño maloso del barrio" y asumir, de una vez por todas, la responsabilidad de gobernar.
You’ve reached your free article limit
support FP by becoming a subscriber and get unlimited access to every story.
ALREADY SUBSCRIBER? LOG IN