Por: Silverio José Herrera Caraballo Abogado, Oficial ® Ejercito Nacional, comunicador, asesor, consultor , investigador y analista en seguridad, convivencia ciudadana y orden público
La elección del nuevo magistrado de la Corte Constitucional no ha sido un hecho aislado, sino una jugada calculada del gobierno de Gustavo Petro para consolidar su influencia en la más alta instancia de interpretación de la Constitución. Mientras el país observaba con incertidumbre la votación en el Congreso, donde hasta los "fantasmas" parecían participar, quedó claro que detrás de esta maniobra no estaba una mera casualidad, sino la mano maestra de un gobierno que busca allanar su camino hacia el control absoluto de las instituciones. Este hecho marca un punto de inflexión en el debilitamiento de la democracia colombiana y prende las alarmas sobre las consecuencias de este golpe estratégico.
La Corte Constitucional: Último bastión de la democracia, ha sido históricamente una institución fundamental en el equilibrio de poderes en Colombia. Como guardiana de la Carta Magna, su independencia ha sido crucial para garantizar que los actos de los gobiernos de turno respeten los principios democráticos. Sin embargo, con la elección de un magistrado afín al gobierno actual, se perfila un panorama sombrío en el que este órgano podría convertirse en una extensión del proyecto político del autodenominado cambio.
En un contexto donde las decisiones de la corte afectan directamente las políticas públicas y los derechos fundamentales, el control de sus magistrados representa un peligro latente. Desde la revisión de leyes hasta el bloqueo o la aprobación de reformas estructurales, la presencia de un “alfil” del gobierno puede inclinar la balanza en favor de intereses partidistas. Esto no solo atenta contra la independencia judicial, sino que también envía un mensaje claro: la democracia colombiana está siendo puesta a prueba por un gobierno que no tolera contrapesos.
Artimañas del gobierno: Un camino conocido es la estrategia del gobierno, nada nueva es. Las maniobras para apoderarse de las decisiones de las instituciones se han vuelto evidentes desde el inicio de su mandato. Desde los intentos por cooptar el Congreso hasta los pactos con sectores afines al gobierno en el marco de su falsa “Paz Total,” el discurso del cambio ha sido utilizado como una herramienta para justificar el debilitamiento de las estructuras democráticas.
El uso de la elección de magistrados como herramienta política es un reflejo de las tácticas que llevaron a países como Venezuela y Cuba al colapso institucional. (OJO COLOMBIA) Lo que empezó como un proyecto de reformas progresistas terminó en la captura total de los poderes del Estado. Hoy, Colombia parece transitar por esa misma senda, mientras el "comité de aplausos" celebra cada paso hacia el abismo.
Las consecuencias para el futuro auguran una tragedia anunciada. El impacto de esta elección podría sentirse en los años venideros. Con una corte alineada al gobierno, las reformas impulsadas por el actual mandatario tendrán un camino menos accidentado. Esto incluye la aprobación de leyes que profundicen el centralismo del poder, la reestructuración de las fuerzas armadas y la imposición de un modelo económico que ha demostrado ser insostenible en otros países de la región.
Además, se corre el riesgo de que las garantías judiciales para la oposición, los empresarios y la sociedad civil se vean comprometidas. En un ambiente donde el disenso puede ser criminalizado y las decisiones judiciales utilizadas como herramienta de persecución política, el espacio para el ejercicio de derechos fundamentales se reducirá drásticamente.
Hago desde esta columna una invitación a que Colombia despierte. La elección del nuevo magistrado de la Corte Constitucional es un llamado de atención para todos los colombianos. Estamos ante un momento crítico donde la apatía no puede ser una opción. Cada día que pasa, el gobierno avanza en su plan para consolidar un poder que pone en jaque la estabilidad democrática del país. Es imperativo que la sociedad civil, los medios de comunicación y los líderes de opinión activen su conciencia crítica y trabajen en la construcción de un frente común en defensa de la institucionalidad. No hacer nada ahora, es esperar con los brazos cruzados un terrible final de la historia que inicio en el 2022.
El 2026 no solo será un año electoral, sino también una oportunidad histórica para revertir el rumbo que nos lleva al colapso. La movilización ciudadana, no como la canta el gobierno, así como la presión política y el fortalecimiento de la oposición serán claves para garantizar que "cese la horrible noche."
De lo anterior podemos concluir que, El gobierno del mal llamado cambio y si así lo fuera, es cambio en reversa, ha mostrado su verdadera cara: no se trata de un proyecto de cambio positivo, sino de una estrategia calculada para perpetuarse en el poder. La captura de la Corte Constitucional es una de sus jugadas más audaces, pero también una de las más peligrosas para la democracia colombiana. Aún estamos a tiempo de evitar que esta historia se repita. El futuro de Colombia depende de nuestra capacidad para entender las lecciones de países que ya han transitado este camino y para actuar con determinación antes de que sea demasiado tarde.