El 3 de agosto de 1998, el pequeño pueblo de Miraflores, en el departamento de Guaviare, fue testigo de uno de los ataques más devastadores y crueles perpetrados por las FARC en el país. Más de 1,500 hombres armados del Frente 16 de esta organización criminal lanzaron un asalto coordinado contra la base militar y la estación de policía locales. La violencia desatada durante más de 20 horas dejó un rastro de muerte y destrucción que conmocionó a todo el país.
La embestida de las FARC resultó en el asesinato de 16 militares y 14 policías, mientras que otros 30 resultaron heridos. Además, 129 personas, en su mayoría soldados y policías, fueron secuestradas. Los criminales emplearon armas pesadas y explosivos, destruyendo infraestructura clave y causando pánico entre los habitantes de la región.
Las consecuencias del ataque se sintieron durante mucho tiempo en Miraflores y en todo el país. Las familias de los fallecidos y secuestrados enfrentaron un dolor indescriptible.
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