¿Encuentro? de Medios 2024 (En defensa de El Espectador)

Por: Jhon Jairo Armesto Tren

Salió mal, muy mal la conclusión de la agenda del Encuentro de Medios Alternativos y Comunitarios 2024 en Armenia, Quindío los pasados 12 y 13 de septiembre coordinado por el MINTIC, donde lo que saltó a la vista a la opinión pública no fue precisamente el logro de la Ley del Tercio de publicidad estatal para medios alternativos, comunitarios y digitales, sino la reiteración en el discurso del Jefe de Estado y Gobierno de matrices de odio cada vez más radicalizadas que están generando una base de peligrosos comportamientos que pueden ser convertido en nuevas formas de violencia simbólica y fáctica que podrían en el corto plazo minar la seguridad y existencia misma del país. Pero lo más grave es lo que no se vió (pero que si vió El Espectador en su editorial del domingo 15 de septiembre), que va desde intentos de noticias falsas por parte de influenciadores no tan reconocidos e informadores comunitarios afines al Gobierno hasta las cada vez más hipócritas relaciones entre la comunicación alternativa y popular con la institucionalidad, que habla, habla, reune, reune, gasta, gasta…pero el periodismo sigue igual.

LAS COSAS COMO SON SOBRE “EL ESPECTADOR”

Desde 2017 que tengo el honor de ser presentador, columnista y haber apoyado muchísimas iniciativas de El Nodo Colombia, he expuesto las agendas internacionales en las que en las administraciones de Santos (2010-2018) y Duque (2018-2022) con una mezcla de pragmatismo empresarial que ha caracterizado a El Espectador desde 2004 cuando la empresa es adquirida por VALOREM (Grupo Santodomingo) y el revuelto de la visión socialdemócrata del liberalismo fomentada por la familia propietaria de uno de los grupos más ricos del país, que se entrecruza con los intereses del globalismo y sus diferentes caras, en especial wokismo y los “watchings” corporativos. La muy ruidosa en su momento y ahora olvidadas secciones La Pulla (conocida por la fama efímera de su ex presentadora la periodista quindiana María Paulina Baena, quien salió realizando cuestionamientos al medio y sus directivas) y Las Igualadas (donde su presentadora, la periodista ocañera Mariangela Urbina, con un tono y aspecto más dulce y menos agresivo que Baena, exponía con una fachada intelectual y científica la  entre otros fueron un espacio para cooptar el público que consume influenciadores independientes en las redes sociales para promover las agendas políticas de Los Acuerdos entre Santos y las FARC -la paz que nunca llegó-, la agenda abortista, de los feminismos de cuarta generación, atacar a gobiernos de carácter fuerte nacionalista (Trump, Bolsonaro, Bukele, etc. al igual que los regímenes socialistas de Cuba, Nicaragua, Venezuela y Bolivia) y generar desestabilización en contra de la presidencia de Duque sin ocultar la simpatía con las intentonas golpistas de 2019, 2020 y 2021.

No obstante, El Espectador es sin duda, el decano de los medios de comunicación actuales -fundado en 1888-, que siempre ha llevado una bandera de fiscalizar al poder, y llevar información equilibrada a los ciudadanos. Se ha enfrentado a censuras, cierres, presiones económicas de grupos industriales, amenazas de grupos delincuenciales, la más cruel del narcotráfico que terminó con el asesinato de su director Guillermo Cano y la voladura de su edificio sobre la avenida 68, ambos por orden del genocida y delincuente Pablo Escobar, llegando hasta las amenazas de políticos corruptos y diferentes crisis económicas. A pesar de todo, la calidad de sus investigaciones, el equilibrio de repartir sus columnistas entre todo el espectro político -cosa que hacía hipócritamente El Tiempo con los columnistas defensores del gobierno de Álvaro Uribe Vélez (2002-2010) colocando uno por día semanalmente frente a cinco o seis antiuribistas para generar un “Efecto colado” en la visual del lector del impreso, formato dominante aún en esa época de digitalización y acceso masivo a internet todavía incipientes-, pero sobre todo el tener una línea crítica sin contemplaciones con los gobiernos de turno, es algo que tiene molestos a los circuitos de periodismo de base electoral que llevó al poder al actual Gobierno Nacional.

Dicha objetividad fue mostrada en el editorial del domingo 15 de septiembre (día en que se redacta esta columna), donde queda claro que la independencia peligra, si es el Estado quien va a tener un papel importante en la financiación, así será el nivel de servilismo, y la muerte económica, periodística y misional de los mismos. Nadie es independiente nunca si depende en lo fundamental de otros, sobre todo en el dinero. Funciona en la vida, funciona en las familias y en los medios.

MEDIOS SIN GERENCIA NO SIRVEN

La satanización del emprendimiento y de la Administración de Empresas por parte de la extrema izquierda es ya conocida dentro y fuera del entorno académico. Y la consecuencia de esto es que tengamos medios pequeños empobrecidos, con mediocridad de contenidos y una precarización salarial, realizada tanto por el Estado, como por la concentración del poder económico en pocos medios y la explotación laboral que los mismos colegas hacen contra otros que no tienen medios. Trabajar gratis, ir en la guerra del centavo de la pauta son el camino para la continuidad de la situación actual. No fomentar la formalización, fortalecimiento y unión empresarial entre medios ya sea como sociedad comercial, entidades solidarias o sin ánimo de lucro para que el trabajo sea de calidad, se den condiciones dignas laborales y prestacionales a los periodistas y demás profesionales de la cadena. No obstante, hay que preguntarnos si será un acto de inconsciencia colectiva brutal o los intereses de alguien para que los medios alternativos e independientes nunca prosperen. Pregunta de investigación.

PROPAGANDA MAS NO COMUNICACIÓN

Es apenas lógico que cuando se cambia en dos años de gobierno siete veces de Consejero de Comunicaciones, o haya claridad ni directrices justas hacia la comunicación del Estado, y menos cuando pareciera que hay contradicciones entre las redes sociales del Jefe de Estado y Gobierno -en especial X, antiguo Twitter- con respecto a las carteras ministeriales, la línea editorial de los medios públicos y las redes sociales de sus promotores políticos. Muchos de los incidentes se dan por falta de comunicación, en la victimización frente a los medios privados que se encuentran, si bien no necesariamente en Oposición, si con una línea crítica muy aguda -de maneras a veces injustas e incluso poco éticas en aras de la audiencia-, además de unos contenidos que aunque logran pasar por educativos, por su sesgo, y por los hábitos de audiencias y cambios generacionales en formatos y plataformas de consumo que han relegado la televisión y radio tradicionales, la gran mayoría de la población simplemente no consume (salvo esas pobres almas que no tienen capacidad económica para tener internet, servicio de TV paga o plataformas y les toca con el TDT de canales y emisoras gratuitas).

A MANERA DE CONCLUSIÓN

Soy optimista. Debemos profesionalizar el oficio y cualificar a las nuevas realidades cada vez más, aprovechar los espacios de financiación de proyectos de medios y generar una legitimidad en la oferta pública análogica de televisión y radio a través de las concesiones de interés público o generación de canales locales o para los operadores comunitarios. El estudio, las capacitaciones -muchas gratuitas o a un costo muy bajo- son necesarias. No esperemos a un escenario donde la vida misma y su expresión sean un acto de rebeldía que cueste la vida para valorar lo perdido…no es pesimismo, es realismo, y los vividores del odio ya sembraron la mala semilla en la juventud…y lo siguen haciendo…¿defenderemos la democracia y la libertad de opinión?

 

ADENDA: Próximamente tendremos para El Nodo Colombia una serie de entrevistas exclusivas con liderazgos de primer nivel político, empresarial y gremial necesarios para nuestros públicos. Comenzamos la semana próxima.

Abstract
Es apenas lógico que cuando se cambia en dos años de gobierno siete veces de Consejero de Comunicaciones, o haya claridad ni directrices justas hacia la comunicación del Estado, y menos cuando pareciera que hay contradicciones.